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viernes, 3 de abril de 2015

Antecedentes del problema (sida)

“Antecedentes del problema (sida)”




El síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) es una enfermedad infecciosa crónica producida por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) que junto a otros factores asociados generan una deficiencia inmunológica progresiva, que favorece la aparición de las denominadas infecciones oportunistas, como así también distintos tipos de tumores.
El sida es una enfermedad infecciosa que provoca la inutilización progresiva de los mecanismos de defensa del organismo, que usualmente utiliza para la protección de distintas enfermedades. El virus del VIH es el microorganismo que actúa como principal responsable de la aparición del sida; sólo ingresa al organismo humano, no produce enfermedad en los animales, y se aloja en los linfocitos CD4. Allí permanece en estado de latencia durante un período variable de tiempo, que puede inclusive El SIDA hizo su aparición en 1981, cuando en las ciudades de Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, Estados Unidos, se detectaron grupos de hombres homosexuales que presentaban infecciones y / o tumores malignos inusuales para su edad.
 Dos años más tarde, en 1983, se descubrió que la enfermedad era causada por un virus (denominado VIH).  En 1985 comenzaron a aplicarse pruebas diagnósticas de la infección mediante estudios en sangre (pruebas serológicas), que permiten detectar cuando una persona ha estado en contacto con el virus.
 En los 16 años que han transcurrido desde que se conoció la enfermedad que hoy todos identificamos como SIDA, el fenómeno ha alcanzado niveles epidémicos. Los cálculos actuales muestran que a finales de 1997, había cerca de 31 millones de individuos infectados en todo el mundo, de los cuales más de 40% son mujeres entre los 15 y los 24 años de edad,  a pesar de las campañas de educación e información, realizadas en muchas naciones, durante los últimos doce meses, cada día se infectaron 16,000 personas. Según los cálculos de la Organización Mundial de Salud, para finales del año 2002 más de 40 millones de seres humanos tendrán la infección y la mayoría de ellos vivirán en naciones en vías de desarrollo.
Hay SIDA en todos los continentes y prácticamente en todos los países. Sin embargo, desde hace algún tiempo, el mayor número de casos se registra en el suroeste de Asia, África y América Latina.
El VIH o virus de la inmunodeficiencia humana, también conocido como HIV (por la sigla inglesa Human Inmunodeficiency Virus), es el agente causante del SIDA.
El virus tiene una afinidad especial por cierto tipo de glóbulos blancos, que constituyen una parte muy importante de las defensas del organismo y se denominan linfocitos. Entre esas células, las de tipo CD4 son especialmente agredidas, aunque el virus también ataca otras clases de glóbulos blancos y de elementos inmunitarios. El VIH tiene una estructura muy especial, que le permite unirse a la superficie de los linfocitos CD4 e introducir en ellos componentes virales (material genético), que se integran a los de la célula invadida, para utilizarla como medio de reproducción; cuando se acumulan grandes cantidades de partículas virales dentro del linfocito CD4, este es destruido y los virus liberados invaden otras células, donde se repite el proceso.
Abordar el problema del sida desde el enfoque de los Derechos Humanos, ubicándolo en el contexto de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, permite entender cómo surge y se desarrolla este fenómeno desde sus fundamentos. La extensión de la epidemia del VIH/sida y la alta vulnerabilidad de algunos grupos de población frente a esta, constituyen una muestra de la marginación y la inequidad en el pleno goce de los derechos individuales y sociales.
En este sentido, el sida no es sólo un problema de salud, es un problema social que impacta sobre todos los aspectos de la vida del individuo y sobre las posibilidades de desarrollo de una sociedad, por lo que requiere de un abordaje integral.
El derecho a la salud hace a la dignidad de la persona y a su condición de sujeto de derechos. El pleno ejercicio de este derecho en forma efectiva, igualitaria y no discriminatoria es exigible por todos los seres humanos.
El Estado es el responsable de garantizar todos los derechos para todas las personas, por lo que debe brindar un sistema de protección de salud con igualdad de oportunidades para disfrutar del más alto nivel de salud posible. Esto incluye la prevención y atención de las enfermedades epidémicas y la lucha contra estas y la disponibilidad de condiciones que aseguren a todo el tratamiento médico y los servicios sanitarios adecuados en caso de enfermedad.
Por su parte, la sociedad civil tiene también un compromiso como garante del cumplimiento de los derechos de la población. Sin embargo, y en relación a la problemática del sida, se ha incorporado socialmente un pensamiento discriminatorio que señala a determinadas características físicas y biológicas (sexo, edad , etnia, opción sexual, etc.) como diferencias que determinan los roles sociales. Estas diferencias se valoran como una situación de inferioridad o desigualdad, lo que hace que aquellos grupos considerados “diferentes” tengan mayores dificultades para vivir con bienestar y dignidad porque no se los reconoce como sujetos de derecho.
A lo largo de la historia, se ha instalado en la sociedad el miedo a las diferencias. La discriminación y la estigmatización se basan en generalizaciones y en prejuicios, es decir, en juicios emitidos sin tener conocimientos de lo que una persona es, siente o vive.
Muchas veces el trato hacia las personas que viven con VIH/sida y la dificultad para defender sus derechos se basan en el desconocimiento y el temor aprendido socialmente, así como en el miedo a la enfermedad y a la muerte.
En este marco, algunos de los derechos fundamentales de las personas que viven con VIH/sida son:
Derecho a recibir un trato y reconocimiento digno como persona.
Derecho a conocer su condición de salud y a que se le responda con veracidad y claridad a las preguntas relacionadas con su enfermedad.
Derecho a que se tome en cuenta su opinión al tomar decisiones sobre procedimientos que lo afecten en el tratamiento de la enfermedad.
Derecho a no estar solo/a, a recibir contención y apoyo.
Derecho a sentir y expresar sus miedos y angustias.
Derecho a que se contemplen sus necesidades en forma integral.
Las leyes son fundamentales para la convivencia social. Son las reglas que indican lo permitido y lo prohibido en una sociedad. De ellas se desprenden los derechos de las personas y las obligaciones del Estado.
En el caso de la salud, existen programas nacionales, provinciales y municipales mediante los que las leyes referidas a temas de salud son puestas en práctica. Estos programas se encargan de facilitar el acceso de la población a la prevención, la atención y el tratamiento de diferentes temas. Para llevar adelante estos programas, existen diversas instituciones como los ministerios, secretarías, departamentos nacionales, provinciales y municipales.
Las representaciones con relación al VIH/sida dan cuenta de los prejuicios existentes en la comunidad, y constituyen un instrumento de observación de los conflictos y disputas entre valores e intereses, protagonizados por quienes observan determinado orden impuesto y por aquellos que al “portar” afecciones, como el VIH/sida, son excluidos, tanto del conjunto de la sociedad, como en el marco, a veces, de una institución asistencial.
El VIH/sida, como fenómeno eminentemente social, parte de considerar a la misma como una construcción realizada por el hombre; a través de juzgar ciertas condiciones del mundo natural y cargarlas de negatividad; reflejando los valores de una sociedad determinada y gozando del grado de consenso necesario para realizar aquella consideración.
 La Medicina, para la construcción del sentido de enfermedad en VIH/sida, fue paulatinamente incorporando definiciones propias de otras disciplinas sociales, este proceso de apropiación es una clara demostración del fenómeno denominado “medicalización de la vida social”. Ello significa que para la construcción del sentido de la patología será necesario definir conductas, con independencia de lo biológico o más allá de lo fisiopatológico.
 Para que el proceso de medicalización pueda concretarse es necesario la conjunción de algunos presupuestos, tales como que cierta conducta sea definida como un “problema” desde ciertos grupos de poder; que la institución que tradicionalmente podría haberse hecho cargo del problema se encuentre limitada; que exista ambigüedad en los datos orgánicos concretos; que haya un aparato productivo de tecnología, aparatología y farmacología al cual echar Mano y que el “problema” sea aceptado como tal por la “clase médica”.
La epidemia conllevaba una fuerte carga denunciante de las relaciones sociales, amenazando un determinado orden social, los mecanismos de lucha contra la enfermedad “pestilencial” variaron a lo largo de la historia: en la antigüedad se pretendía cura y compensación a través de los sacrificios a los dioses, pero cuando reaparece la peste en Europa en el siglo XIV dentro de un orden social religioso cristiano-hegemónico, la enfermedad se considera una prueba enviada por Dios con motivo de los desórdenes terrenales; en consecuencia, la cura se transforma en sanación a través de la oración y la invocación a la protección de santos. Al mismo tiempo, comienzan a practicarse políticas sanitarias a partir de las normas de higiene pública, con la ayuda del poder de policía sanitaria, con el afán de conocer el “mal”, aislarlo y dominar
Surgen en consecuencia prácticas legitimadas por el Estado y la Medicina, desde la Salud Pública, que impusieron el aislamiento y la exclusión de las personas afectadas, incluso, también de sus familias y ámbitos de pertenencia.



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