“Antecedentes del
problema (sida)”
El síndrome de inmunodeficiencia
adquirida (sida) es una enfermedad infecciosa crónica producida por el virus de
la inmunodeficiencia humana (VIH) que junto a otros factores asociados generan
una deficiencia inmunológica progresiva, que favorece la aparición de las
denominadas infecciones oportunistas, como así también distintos tipos de
tumores.
El sida es una enfermedad infecciosa
que provoca la inutilización progresiva de los mecanismos de defensa del
organismo, que usualmente utiliza para la protección de distintas enfermedades.
El virus del VIH es el microorganismo que actúa como principal responsable de
la aparición del sida; sólo ingresa al organismo humano, no produce enfermedad
en los animales, y se aloja en los linfocitos CD4. Allí permanece en estado de
latencia durante un período variable de tiempo, que puede inclusive El SIDA
hizo su aparición en 1981, cuando en las ciudades de Nueva York, Los Ángeles y
San Francisco, Estados Unidos, se detectaron grupos de hombres homosexuales que
presentaban infecciones y / o tumores malignos inusuales para su edad.
Dos años más tarde, en 1983, se descubrió que
la enfermedad era causada por un virus (denominado VIH). En 1985 comenzaron a aplicarse pruebas
diagnósticas de la infección mediante estudios en sangre (pruebas serológicas),
que permiten detectar cuando una persona ha estado en contacto con el virus.
En los 16 años que han transcurrido desde que
se conoció la enfermedad que hoy todos identificamos como SIDA, el fenómeno ha
alcanzado niveles epidémicos. Los cálculos actuales muestran que a finales de
1997, había cerca de 31 millones de individuos infectados en todo el mundo, de
los cuales más de 40% son mujeres entre los 15 y los 24 años de edad, a pesar de las campañas de educación e
información, realizadas en muchas naciones, durante los últimos doce meses,
cada día se infectaron 16,000 personas. Según los cálculos de la Organización
Mundial de Salud, para finales del año 2002 más de 40 millones de seres humanos
tendrán la infección y la mayoría de ellos vivirán en naciones en vías de
desarrollo.
Hay SIDA en todos los continentes y
prácticamente en todos los países. Sin embargo, desde hace algún tiempo, el
mayor número de casos se registra en el suroeste de Asia, África y América
Latina.
El VIH o virus de la inmunodeficiencia
humana, también conocido como HIV (por la sigla inglesa Human Inmunodeficiency
Virus), es el agente causante del SIDA.
El virus tiene una afinidad especial
por cierto tipo de glóbulos blancos, que constituyen una parte muy importante
de las defensas del organismo y se denominan linfocitos. Entre esas células,
las de tipo CD4 son especialmente agredidas, aunque el virus también ataca
otras clases de glóbulos blancos y de elementos inmunitarios. El VIH tiene una
estructura muy especial, que le permite unirse a la superficie de los
linfocitos CD4 e introducir en ellos componentes virales (material genético),
que se integran a los de la célula invadida, para utilizarla como medio de
reproducción; cuando se acumulan grandes cantidades de partículas virales
dentro del linfocito CD4, este es destruido y los virus liberados invaden otras
células, donde se repite el proceso.
Abordar el problema del sida desde el
enfoque de los Derechos Humanos, ubicándolo en el contexto de los Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, permite entender cómo surge y se desarrolla
este fenómeno desde sus fundamentos. La extensión de la epidemia del VIH/sida y
la alta vulnerabilidad de algunos grupos de población frente a esta,
constituyen una muestra de la marginación y la inequidad en el pleno goce de
los derechos individuales y sociales.
En este sentido, el sida no es sólo un
problema de salud, es un problema social que impacta sobre todos los aspectos
de la vida del individuo y sobre las posibilidades de desarrollo de una
sociedad, por lo que requiere de un abordaje integral.
El derecho a la salud hace a la
dignidad de la persona y a su condición de sujeto de derechos. El pleno
ejercicio de este derecho en forma efectiva, igualitaria y no discriminatoria
es exigible por todos los seres humanos.
El Estado es el responsable de
garantizar todos los derechos para todas las personas, por lo que debe brindar
un sistema de protección de salud con igualdad de oportunidades para disfrutar
del más alto nivel de salud posible. Esto incluye la prevención y atención de
las enfermedades epidémicas y la lucha contra estas y la disponibilidad de
condiciones que aseguren a todo el tratamiento médico y los servicios
sanitarios adecuados en caso de enfermedad.
Por su parte, la sociedad civil tiene
también un compromiso como garante del cumplimiento de los derechos de la
población. Sin embargo, y en relación a la problemática del sida, se ha
incorporado socialmente un pensamiento discriminatorio que señala a
determinadas características físicas y biológicas (sexo, edad , etnia, opción
sexual, etc.) como diferencias que determinan los roles sociales. Estas
diferencias se valoran como una situación de inferioridad o desigualdad, lo que
hace que aquellos grupos considerados “diferentes” tengan mayores dificultades
para vivir con bienestar y dignidad porque no se los reconoce como sujetos de
derecho.
A lo largo de la historia, se ha
instalado en la sociedad el miedo a las diferencias. La discriminación y la
estigmatización se basan en generalizaciones y en prejuicios, es decir, en
juicios emitidos sin tener conocimientos de lo que una persona es, siente o
vive.
Muchas veces el trato hacia las
personas que viven con VIH/sida y la dificultad para defender sus derechos se
basan en el desconocimiento y el temor aprendido socialmente, así como en el
miedo a la enfermedad y a la muerte.
En este marco, algunos de los derechos
fundamentales de las personas que viven con VIH/sida son:
Derecho a recibir un trato y
reconocimiento digno como persona.
Derecho a conocer su condición de salud
y a que se le responda con veracidad y claridad a las preguntas relacionadas
con su enfermedad.
Derecho a que se tome en cuenta su
opinión al tomar decisiones sobre procedimientos que lo afecten en el
tratamiento de la enfermedad.
Derecho a no estar solo/a, a recibir
contención y apoyo.
Derecho a sentir y expresar sus miedos
y angustias.
Derecho a que se contemplen sus
necesidades en forma integral.
Las leyes son fundamentales para la
convivencia social. Son las reglas que indican lo permitido y lo prohibido en
una sociedad. De ellas se desprenden los derechos de las personas y las
obligaciones del Estado.
En el caso de la salud, existen
programas nacionales, provinciales y municipales mediante los que las leyes
referidas a temas de salud son puestas en práctica. Estos programas se encargan
de facilitar el acceso de la población a la prevención, la atención y el
tratamiento de diferentes temas. Para llevar adelante estos programas, existen
diversas instituciones como los ministerios, secretarías, departamentos
nacionales, provinciales y municipales.
Las representaciones con relación al
VIH/sida dan cuenta de los prejuicios existentes en la comunidad, y constituyen
un instrumento de observación de los conflictos y disputas entre valores e
intereses, protagonizados por quienes observan determinado orden impuesto y por
aquellos que al “portar” afecciones, como el VIH/sida, son excluidos, tanto del
conjunto de la sociedad, como en el marco, a veces, de una institución asistencial.
El VIH/sida, como fenómeno
eminentemente social, parte de considerar a la misma como una construcción
realizada por el hombre; a través de juzgar ciertas condiciones del mundo
natural y cargarlas de negatividad; reflejando los valores de una sociedad
determinada y gozando del grado de consenso necesario para realizar aquella
consideración.
La Medicina, para la construcción del sentido
de enfermedad en VIH/sida, fue paulatinamente incorporando definiciones propias
de otras disciplinas sociales, este proceso de apropiación es una clara
demostración del fenómeno denominado “medicalización de la vida social”. Ello
significa que para la construcción del sentido de la patología será necesario
definir conductas, con independencia de lo biológico o más allá de lo
fisiopatológico.
Para que el proceso de medicalización pueda
concretarse es necesario la conjunción de algunos presupuestos, tales como que
cierta conducta sea definida como un “problema” desde ciertos grupos de poder;
que la institución que tradicionalmente podría haberse hecho cargo del problema
se encuentre limitada; que exista ambigüedad en los datos orgánicos concretos;
que haya un aparato productivo de tecnología, aparatología y farmacología al
cual echar Mano y que el “problema” sea aceptado como tal por la “clase
médica”.
La epidemia conllevaba una fuerte carga
denunciante de las relaciones sociales, amenazando un determinado orden social,
los mecanismos de lucha contra la enfermedad “pestilencial” variaron a lo largo
de la historia: en la antigüedad se pretendía cura y compensación a través de
los sacrificios a los dioses, pero cuando reaparece la peste en Europa en el
siglo XIV dentro de un orden social religioso cristiano-hegemónico, la
enfermedad se considera una prueba enviada por Dios con motivo de los
desórdenes terrenales; en consecuencia, la cura se transforma en sanación a
través de la oración y la invocación a la protección de santos. Al mismo
tiempo, comienzan a practicarse políticas sanitarias a partir de las normas de
higiene pública, con la ayuda del poder de policía sanitaria, con el afán de
conocer el “mal”, aislarlo y dominar
Surgen en consecuencia prácticas
legitimadas por el Estado y la Medicina, desde la Salud Pública, que impusieron
el aislamiento y la exclusión de las personas afectadas, incluso, también de
sus familias y ámbitos de pertenencia.
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