La categoría estética de lo sublime
Partiendo de las
constataciones anteriores, quisiera formular la hipótesis de la recuperación de
lo sublime. Esta categoría estética fue concebida –o más bien dicho,
actualizada- en el siglo XVIII, sobre la base de la experiencia de una
naturaleza maravillosa, a tal punto grandiosa, que confrontaba al ser humano
con su pequeñez, insuflándole casi temor.
En un texto sobre la
obra de Jacques Bedel, en el que abordo brevemente el trabajo presentado por el
artista en noviembre de 2008 en la exposición Aproximaciones en el Museo de
Bellas Artes de Buenos Aires, reflexionaba sobre si sería útil utilizar esa
categoría acuñada en el siglo XVIII para lograr una mejor comprensión sobre su
trabajo, todo ello en el marco de variables creativas que considero
absolutamente contemporáneas.
¿Por qué traer lo
sublime al presente, cuando de alguna manera se ha visto afectado por -o ha
sido incluso el objetivo de- los ataques sufridos por la estética idealista?
¿No suena totalmente anticuado o por lo menos superpuesto, querer volver hoy a
la inconmensurable profundidad de aquella experiencia estética que abarca a la
naturaleza en su inmensidad?
Bajo esta circunstancia
especial, quisiera hacer hincapié en la experiencia sensorial del observador
actual y poner en juego la posibilidad de recuperar su capacidad de
experimentar una sensación de emoción profunda frente a lo grandioso y
amenazante de la naturaleza. Y esto, especialmente, puesto que de esa manera se
crea una vinculación con los sentimientos de vulnerabilidad y temor que son
inherentes a nuestro horizonte histórico y nos permiten adquirir conciencia
sobre las consecuencias del fracaso del proyecto de la „modernidad“, traducidas
en que la vinculación actual con el medioambiente está dada solo a través de la
tecnología y la ciencia.
Después de haber
despreciado el orden interno del mundo natural y haber ignorado con arrogancia
las consecuencias de ello, nos encontramos –y así lo percibimos- en un estado
de extrema indefensión, y nada parece expresar mejor eso que el concepto de
intemperie, escogido como leitmotiv de la segunda Bienal al Fin del Mundo por
su curador Alfons Hug.
Y es precisamente en ese
sentimiento de indefensión, donde debe buscarse la explicación de que la
categoría de lo sublime -íntimamente relacionada con la experiencia de una
naturaleza grandiosa, pero también del temor que esta despierta- gane
nuevamente en importancia. Deberíamos revisar las circunstancias y condiciones
históricas que favorecieron el aparecimiento de esta categoría y compararlas
con las de la actualidad, concretamente en relación al hecho de que, después de
que la ilusión de dominar la naturaleza ha quedado obsoleta, el ser contemporáneo
tiene ahora la sensación de depender más que nunca de ella.
Con esta finalidad,
debería analizarse cómo se diferencia la idea de lo sublime en Burke, el
filósofo empirista inglés, que recoge el concepto proveniente de la retórica
antigua, de la idea de lo sublime en el pensamiento kantiano, el filósofo de la
ilustración empeñado en limitarlo a los límites de la razón.
En su obra, que fue
publicada por primera vez en 1757, Burke recoge el tratado Über das Erhabene
(Sobre lo sublime) del autor conocido como Pseudo-Longinos del siglo primero.
Este tratado sobre la retórica, traducido al inglés en 1725, influenció
importantemente a los pensadores empiristas, quienes modificaron de manera
fundamental la idea de lo sublime de la antigüedad. El tratado de Longinos
hacía alusión a los medios retóricos del poeta de convencer al oyente
confrontándolo con algo a la vez horroroso y maravilloso.
¿Por qué el temor
provoca una sensación agradable?, se pregunta Burke en sus Philosophischen
Untersuchungen über den Ursprung unserer Ideen vom Erhabenen und Schönen
(Investigaciones filosóficas sobre el origen de nuestras ideas de lo sublime y
lo bello) .En sus observaciones establece él una vinculación entre la sensación
agradable que se experimenta en una situación de temor y los peligros que
amenazan la propia existencia.
Recordemos que la
relación sujeto-naturaleza sirvió para que el imaginario del siglo XVIII se
ocupara de la estructura del pensamiento. Y es evidente que una naturaleza
fuera de nuestra capacidad de imaginación, así como la oscuridad, el poder o la
eternidad nos remueven emocionalmente, pero también despiertan temores en
nosotros. Burke asoció la sensación de lo sublime con el más primitivo instinto
de sobrevivencia, lo que no hace Kant. Para este último, la razón domina sobre
la experiencia.
Según Burke, esa
sensación implica una intensa emoción, y agrega que el hecho de que un sentimiento
de ese tipo no nos destruya, se debe a que está mediatizado por la experiencia
sensorial, que provoca un sentimiento agradable, puesto que nuestra
sobrevivencia no está efectivamente en juego.
En las reflexiones de
Kant sobre la estética, por su parte, si bien lo sublime ocupa un lugar
destacado, no excede a la razón, a la que en última instancia está subordinado.
Es la razón y no la experiencia estética la que califica los impactos que la
inmensa experiencia de lo natural genera en los sujetos. Como lo expone en
suKritik der Urteilskraft (Crítica del juicio) la importancia de la razón
radicaría, entonces, en que dentro de los límites de nuestra conciencia, es
ella la que nos señala que tenemos una capacidad de razón por medio de la cual
podemos controlar y calificar aquello que produce la experiencia sensorial.
Ahora vuelvo a lo
sublime en determinadas producciones contemporáneas, que permiten fortalecer la
naturaleza y devolverle todo su brillo. El desafío que enfrenta el arte
contemporáneo en relación a su manera de abordar la naturaleza, consiste en
dejar atrás la fascinación por la naturaleza fomentada por el turismo y la
publicidad de productos que se aprovechan de la preocupación por la naturaleza.
Quizá de lo que se
trata, es de desplegar una sensación de temor en la percepción de que será la
naturaleza la que le mostrará sus límites a la razón cuando la razón esté
dispuesta a abandonar su forma actual. De esta manera, el principio del
„pleasing horror“, propio de las reflexiones del siglo XVIII, podría
actualizarse. Esto será inevitable, considerando las potenciales reacciones de
la naturaleza ante tal nivel de agresión.
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