Reseña de Libro
García, C. (2004). Ciudad hojaldre. Visiones urbanas del siglo XXI. Barcelona:
Gustavo Gili.
Ciudad
hojaldre. Visiones urbanas del siglo XXI Por Eunice Maria Avid Nava / 04 enero
2014.
El autor de Ciudad hojaldre, hace un esfuerzo
por analizar y categorizar, en un esquema intelectual, la historia y teorías
urbanas a partir de la década de los 60’s, como un preámbulo de un momento
histórico de quiebre; la crisis del petróleo a mediados de 1970, (lo que en el
modelo económico se ha conocido como “tardocapitalismo” y en el modelo
sociocultural como “posmodernidad”). Esto como un trabajo de continuidad a la
tarea iniciada en su momento por Françoise Choay –en su deseo de explicar los
discursos teóricos que subyacían detrás de la práctica urbanística y la
arquitectura de las ciudades-(pag.1), entre la segunda mitad del siglo XIX y la
década de 1960. Existe un enlace interesante de Choay con la obra Benévolo,
aunque no concluye en el mismo periodo de tiempo, pero analizan temporalmente
de manera similar, los orígenes del urbanismo moderno, desde Robert Owen,
Charles Fourier y Jonh Ruskin.
Las Visiones urbanas del siglo XXI, son un
estudio guiado por diversas disciplinas, descritas por García (2004) como la
historia para la visión culturalista de la ciudad; la sociología y economía,
para la visión sociológica; la ciencia y filosofía, para la visión organicista;
la técnica para la visión tecnológica. Todas estas visiones, son miradas a la
ciudad desde diversos enfoques, que conforman las capas de lo que él autor
llama, la Ciudad Hojaldre, ordenada a través de sus doce capas, como si de doce
ciudades diferentes se hablara.
Cada capa de ciudad es un modelo de análisis
teórico e histórico, por el que han pasado diversas ciudades del mundo, como lo
son, la ciudad de la disciplina, la ciudad planificada, la ciudad poshistórica,
la ciudad global, la ciudad dual, la ciudad del espectáculo, la ciudad
sostenible, la ciudad como naturaleza, la ciudad de los cuerpos, la ciudad
vivida, la ciberciudad, la ciudad chip. Estas ciudades se encuentran
categorizadas en las cuatro visiones urbanas, citadas anteriormente.
Una aportación importante a la visión
culturalista de la ciudad, ocurre en la década de 1960, con un grupo de
arquitectos liderados por Aldo Rossi, conocido como la Tendenza, quienes
manifestaron un proyecto para repensar la ciudad, desde la disciplina, como una
refundación científica del urbanismo. La idea de Rossi era definir una ciencia
urbana construida sobre parámetros arquitectónicos. La identidad
ciudad-arquitectura, quedaba así como pieza clave de la ciudad de la
disciplina. La Tendenza aspiraba a articular una teoría racional que otorgase
un estatuto científico al urbanismo.
Ante la reivindicación de la disciplina, se
consideró al estructuralismo, no solo como un movimiento cultural, sino como
parte de una metodología de análisis de la ciudad, basado en la historia, de
esta forma solo faltaba un ingrediente más al pensamiento de Aldo Rossi, el
argumento de la identidad. En su libro -la arquitectura de la ciudad-, se
refería a la ciudad como “una expresión social, un producto de la colectividad,
lo cual le llevo a hablar del –alma
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de las ciudades- al referirse a la esencia y el
modo de ser que las particularizara” (p. 9). De esta forma siguiendo las
premisas de la ciudad de la disciplina, surgieron varias cartas internacionales
que avalaban la metodología y recomendaciones del urbanismo científico, estas
fueron, la Carta de Venecia (1964) y la Carta de Ámsterdam (1975).
Para 1980 se abordaba un nuevo paradigma, la
confrontación de los hechos urbanos contemporáneos. Carlo Aymonino había
anticipado algunos problemas que tendría que enfrentar el urbanismo científico,
cuando su campo de aplicación, no fuera la ciudad histórica, sino la ciudad
contemporánea o partes de ella. De esta forma Rossi después de observar que la
definición de ciudad como estructura unitaria desaparecía, manifestó un nuevo
postulado “la ciudad por partes”, se suplía entonces al plan urbanístico, por
el proyecto urbano.
Aunque al hablar de planes, hubo toda una
evolución al respecto, que va desde las tácticas de Secchi sobre las reglas y
excepciones, hasta los planes de tercera generación y los planes estratégicos.
De esta forma se deja ver, la ciudad planificada. Para 1990, las dinámicas
cambian, entre planes generales y estratégicos, al respecto Fernández Güell,
marca que mientras “el plan general establece medidas normativas y
tecnocráticas, el plan estratégico aprovecha estrategias; mientras que el
primero atiende a la oferta de suelo e infraestructuras, el segundo lo hace a
la demanda de ciudadanos y empresas” (p. 23).
Como una secuela de la Tendenza, en Gran
Bretaña, surge un movimiento encabezado por León Krier, constituyendo el
llamado proyecto ecológico, que promocionaban como un Urbanismo Neotradicional,
entra en vigor la ciudad poshistórica, con todo un discurso que va desde la
manipulación de la historia en los centros urbanos, (teniendo de ejemplo la
llamada “rousificación de Estados Unidos”, término acuñado por Peter Hall, como
el empaquetamiento y puesta en venta de la ciudad, después de la historia, como
un producto turístico), hasta el Nuevo Urbanismo de Andrés Duany y Elizabeth
Plater-Zyberk, con propuestas como la de Seaside Florida, la cual fue declarada
por la revista time como “mejor diseño de 1990”.
Berlín es puesta en escena por Carlos García,
como una ciudad de la disciplina, planificada y poshistórica, “donde se
experimentó con la posibilidad de dar forma a un modelo de desarrollo social,
culto y controlado, desde la administración” (p. 54), aunque sin conseguir una
receta convincente.
Para la visión sociológica de la ciudad,
personajes como Manuel Castells y Saskia Sassen, ponen énfasis en un modelo de
desarrollo informacional, dentro del espacio de los flujos, en las ciudades
globales. Para Castells, el espacio de los flujos es “un sistema integrado de
producción y consumo, fuerza de trabajo y capital, cuya base son las redes de
información” (p. 57), donde hoy en día surgen nuevas geografías, nuevos
posicionamientos, donde la red de telecomunicaciones, posiciona y selecciona
las ciudades globales.
Ante el concepto de magnificencia que expresa
lo global, surgen conceptos como Megalópolis o Megaciudad, argumentados por
Edward W. Soja, que “han quedado cortos al definir inmensos territorios
urbanos, fragmentados y policéntricos”, a lo cual François Ascher ha propuesto
el termino Metápolis, entendido como “un espacio geográfico cuyos habitantes y
actividades económicas están integrados en el funcionamiento cotidiano de una
gran ciudad…
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pone de manifiesto la importancia que las
infraestructuras territoriales tienen en la articulación de la ciudad global”
(p.63,64). Ejemplo de Metápolis es la Delta del río Perla en Shenzen – Hong
Kong.
La visión sociológica señala como parte activa
la segregación. Clases sociales, razas y nacionalidades son los argumentos de
la ciudad dual. Surgen fenómenos como el de gentrificación, definido como el
proceso de expulsar a población originaria y suplantarla por otra de mayor
poder adquisitivo, es con esto que el paradigma de la lucha por el territorio
en la ciudad, se ha convertido en un tema esencial de la sociología.
Como consecuencia de los diversos fenómenos de
segregación, surgen las comunidades cerradas, como islas fortificadas,
territorios fragmentados de la ciudad a través de sus murallas. Como fenómenos
similares surgen los “entornos urbanoides” de Paul Golderberg, como espacios que
ofrecen experiencias filtradas, para evitar aspectos poco agradables; y la
“suburbanización del centro” como la reproducción de herméticos centros
comerciales. De esta forma la ciudad dual, es definida por García como un
espacio para la desigualdad, la segregación y el conflicto. Es ahí donde surge
la ciudad del espectáculo, como la contraparte, la ciudad del ocio, la cultura
y el consumo: la disneylandización de la ciudad contemporánea.
Cuando lo real da paso a lo hiperreal, a la
materialidad y superficialidad, surgen los hiperespacios. Ejemplos de ellos son
los parques temáticos, como el propio Disney World, o los restaurantes
temáticos como Hard Rock Café, Planet Hollywood, Fashion Café, etc. La
globalización siendo coparticipe de la ciudad del espectáculo, la eleva al
nivel de competencia entre ciudades, ciudades en venta, donde después de 100
años del movimiento City Beautiful, devuelve la lógica del embellessiment. Ante
estas dicotomías, la ciudad del espectáculo enmascara la miseria de la ciudad dual,
como ejemplo, las Vegas, ciudad espectáculo, sigue siendo la capital mundial
del crimen y la corrupción (p. 90).
Surge el discurso de la ciudad sostenible,
donde se habla de un sistema integrado ciudadnaturaleza, donde es preciso
conectar urbanismo y ecología. El principal ejemplo citado por el autor, es
Curitiba, que ha demostrado una conexión entre mejora medioambiental y mejora
social.
Como la síntesis de la visión sociológica de la
ciudad, se postula la ciudad de los Ángeles como la ciudad global, dual, del
espectáculo, aunque no tan sostenible; quizás se encuentra en el camino que
muchas ciudades se localizan, en la búsqueda de una reconexión con la
naturaleza y la conciencia ecológica de sus ciudadanos.
La naturaleza desde Vitrubio ha sido un
referente para la arquitectura y la ciudad. La visión organicista de la ciudad,
planteada por el autor, maneja un análisis urbano basado en el discurso de la
complejidad, como es el caso de las ciencias del caos y los fractales, como una
nueva geometría, capaz de explicar la diversidad de formas en los entornos
naturales y artificiales. Según García esta nueva geometría, a través de los
fractales, podría ser capaz de analizar diversos fenómenos urbanos, como el
difuminado de los bordes, la porosidad del tejido, la capilaridad del viario,
etc.
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El concepto de scaling propuesto por Eisenman,
se basaba en la suposición de que todas las escalas de la arquitectura, y todas
las escalas de la ciudad, son la misma, pues son múltiplos de las dimensiones
del cuerpo humano. Es así como surgen las analogías de la ciudad de los
cuerpos, en un análisis de los cuerpos humanos y las ciudades enfermas, o
enfermedades humanas trasladadas en similitudes con las patologías urbanas, no
solo de carácter físico, sino también de carácter psicológico.
Por el contrario la ciudad vivida, expresa la
ciudad de los sentidos e interioriza en las percepciones de sus habitantes, a
partir de vivencias cotidianas y la memoria colectiva, conceptos planteados en
la Imagen de la Ciudad de Kevin Lynch.
En este sentido, dentro de la ciudad vivida, la
ciudad de los diferentes, trata el tema de la exclusión e inclusión urbana, de
diversos grupos que han sido minoría a lo largo de la historia; el autor, da un
lugar especial, a la ciudad de las mujeres. Desde un enfoque basado en la
seguridad de la mujer en la ciudad, y como el diseño urbano influye en su
percepción, hasta conceptos metafóricos relacionados a la ciudad del deseo, con
un enfoque similar al de la época del cine negro y sus mujeres fatales. Lo
rescatable es que hoy en día, no se discute la importancia de un urbanismo
inclusivo, de una ciudad para todos.
Tokio es escogida como la ciudad desde la
visión organicista, como la ciudad de los cuerpos, la ciudad como naturaleza y
la ciudad vivida, siendo a su vez la ciudad de los flujos, definida por
Fumihiko Maki, como “una nube en equilibrio inestable, una nube cargada de
contemporaneidad” (p. 169).
Para la visión tecnológica de la ciudad, el
autor se sitúa de nueva cuenta en 1960, siendo protagonista el grupo Archigram
con sus proyectos de viviendas-capsula enchufables, ensamblajes tecnológicos,
cuya relación con la literatura de ciencia ficción era obvia. Plug in City de
Pete Cook y Walking Cities de Ron Herron, son testimonio de dichas fantasías
futuristas.
Después de estos eventos fantasiosos, se
desarrollan las tecnologías de la información y con ellas, el ciberespacio, la
ciberciudad, para 1984 William Gibson publicaba Neuromante, novela donde trata
el discurso de las nuevas tecnologías y sus efectos, incluso trata el tema de
la transformación del cuerpo. Esta interacción ciudad-tecnología genera
diálogos entre los cibernautas y el ciberespacio.
García plantea dos conceptos etopía y distopía,
donde el primero está relacionado al termino tecnófilo, que entiende a la
ciberciudad como un nuevo lugar de carácter electrónico; y el segundo con el
termino tecnófoba, porque defiende que supone la destrucción de la noción de
lugar (p. 177). Se da cabida entonces a la ciudad chip, donde nos trasladamos
de la ficción a la realidad y de los espacios urbanos a los espacios
electrónicos; surge entonces la ciudad genérica, término utilizado por Rem
Koolhaas y Bruce Mau, para definir la nueva realidad urbana, donde diversas
ciudades parecen haber sido construidas siguiendo el mismo patrón o código
urbano-arquitectónico, creando generalidades. Es en tanto esta la esencia de la
ciudad chip, y de la ciberciudad.
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Houston es seleccionada como ciudad de la
visión tecnológica, como una ciudad chip, una ciberciudad, donde evita que sus
habitantes entren en contacto con la ciudad real, a través de sus múltiples
conexiones, alejándolos de los vacíos, las distopías y del miedo.
Es así como las diversas visiones de ciudad,
analizadas por Carlos García, son tan solo una mirada a las realidades de la
ciudad del siglo XXI, como una ciudad cambiante, que siempre evoluciona,
conectada, encubierta y descubierta a la vez, disuelta y sólida, unida y
fragmentada, central y descentralizada, una ciudad con múltiples capas; el
autor deja abierta la posibilidad de mirar a través de cada una de las ellas,
para descifrar los porqué de sus aciertos y desaciertos; ya que al final podrían
llegar a encontrarse o generarse más capas, que ayuden a resolver los
malestares que aquejan a la ciudad contemporánea.
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Fuente:
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